domingo, 30 de junio de 2013

Te odio.

Más que nada porque me atraes, sin que poseas fuerzas suficientes para unirme a ti.
Friedrich Nietzsche.

Tú.

Tus cosas, tu cuerpo, tu mirada y la manera en la que esclavizaría tu mundo. Tus pies, como un tenaz arado, haciendo surcos en mis pensamientos. Tus pechos, como rotundas piedras de molino, haciendo harina de mis débiles defensas. Tu piel, bronce para Fidias, tapiz donde buscarme y nunca encontrarme. Tus ojos. No existen palabra en ninguna lengua, viva o muerta, para adjetivar el piélago que contienen tus ojos, bruja. Tu sonrisa, que abre mundos. Tu monte de Venus, dulce como un panal de miel, salado como el Egeo y fértil como una bendición de Démeter. Tu tacto, electrizante, como el relámpago del Olímpico. Y en mi imaginación tu respiración sobre la mía. En mi imaginación tu cuerpo bajo el mío sobre un río de lava ardiente, con tu pelo revuelto en el ardor, tu cuello esclavizado por mi y nuestros cuerpos dibujando un nudo gordiano de gemidos, golpes y explosiones de placer. Carbonizados con la pasión de besos mordiscos y embestidas sin final. Y al final del pasillo, mi obsesión por ti. Tú. Tus cosas, tu cuerpo, tu mirada y la manera en la que esclavizaría tu mundo.

No puedo dormir sin decirte que me haces muy feliz.

Aunque suene cursi. Has llenado mi vida de luz. Aunque suene religioso. Te adoro. Aunque suene fanático. Y no quiero que se acabe nunca. Aunque suene soñador. Te amo. Aunque suene prematuro.

martes, 25 de junio de 2013

Te garantizo que habrá épocas difíciles y te garantizo que en algún momento uno de los dos o los dos querremos dejarlo todo, pero también te garantizo que si no te pido que seas mío me arrepentiré durante el resto de mi vida porque sé en lo más profundo de mi ser que estás hecho para mí.

Tú quieres un hombre que te acompañe hasta la playa, tapándote los ojos con la mano sólo para que puedas descubrir la sensación de la arena bajo tus pies, un hombre que te despierte al amanecer ansioso por hablar contigo, y que se muera de ganas por saber qué dirás. 

Espero curarme de ti en unos días.

Debo dejar de fumarte, de beberte, de pensarte. Es posible. Siguiendo las prescripciones de la moral en turno. Me receto tiempo, abstinencia, soledad.

¿Te parece bien que te quiera nada más una semana? No es mucho, ni es poco, es bastante. En una semana se puede reunir todas las palabras de amor que se han pronunciado sobre la tierra y se les puede prender fuego. Te voy a calentar con esa hoguera del amor quemado. Y también el silencio. Porque las mejores palabras del amor están entre dos gentes que no se dicen nada.

Hay que quemar también ese otro lenguaje lateral y subversivo del que ama. (Tú sabes cómo te digo que te quiero cuando digo: «qué calor hace», «dame agua», «¿sabes manejar?», «se hizo de noche»... Entre las gentes, a un lado de tus gentes y las mías, te he dicho «ya es tarde», y tú sabías que decía «te quiero»).

Una semana más para reunir todo el amor del tiempo. Para dártelo. Para que hagas con él lo que quieras: guardarlo, acariciarlo, tirarlo a la basura. No sirve, es cierto. Sólo quiero una semana para entender las cosas. Porque esto es muy parecido a estar saliendo de un manicomio para entrar a un panteón. 

Jaime Sabines

lunes, 24 de junio de 2013

"Cuando algo es horrible de enfrentar, es cuando buscamos una segunda opinión. Y a veces la respuesta que buscamos solo confirma nuestros temores. Pero a veces, no puede haber otra solución al problema y tienes que buscar otra perspectiva. Después de oír todas las opiniones y de considerar cada punto de vista, finalmente descubres lo que buscas: La verdad. Pero la verdad no es el final. Ahí es solo donde vuelves a empezar con nuevas preguntas.

miércoles, 19 de junio de 2013

La Real Academia define la palabra imposible como algo que no tiene facultad ni medios para llegar a ser, o suceder. Y define improbable como algo inverosímil, que no se funda en una razón prudente. El amor, las relaciones, los sentimientos, no se fundan en una razón prudente, por eso no me gusta hablar de amores imposibles sino de amores improbables. Porque lo improbable es, por definición, probable. Lo que es casi seguro que no pase, es que puede pasar. Mientras haya una posibilidad, media posibilidad de entre mil millones de que pase, vale la pena intentarlo.
Con 15 años soñaba con ser un pez, porque dicen que los peces no tienen memoria y no pueden acordarse de nada, y si no te acuerdas de nada, puedes levantarte cada día y vivirlo todo como si fuera la primera vez: la primera canción, el primer beso, la primera película...

Me voy a quedar a tu lado fabricando todos los recuerdos del mundo, para que un día te vayas a la cama y te des cuenta de que estoy en casi todos los instantes que te hacen sonreír.

Decía John Lennon que la vida es lo que te va sucediendo mientras te empeñas en hacer otros planes y tenía razón. Planeas tu matrimonio, la casa donde vivirás, el colegio al que irán tus hijos, planeas hasta el color que tendrá el sofá... pero los planes son sólo un dibujo en una servilleta de papel y por mucho que te empeñes, al final, tus planes le importan una mierda al resto del mundo. Y puedes ponerle cabeza, corazón o un taco de servilletas emborronadas con sueños, que la vida, tiene otros planes para ti...
Los sueños se rompen en pedazos cuando se topan de frente con la realidad, porque la realidad, a menudo es radicalmente distinta a como uno cree que es. Las personas no siempre son lo que aparentan ser, ni las relaciones, ni mucho menos los sueños. Y esa realidad es la que se encarga de poner a cada uno en su sitio. Lo que uno cree que es negro, puede ser blanco, y lo que uno cree que es blanco, probablemente sea de todos los colores del arco iris. Uno sabe como empiezan las cosas, pero nunca saben como van a terminar.

Cada minuto de nuestras vidas, es una oportunidad para cambiarlo todo.


Si quieres a alguien, tienes que decírselo  incluso si tienes miedo de que eso no sea lo correcto, incluso si tienes miedo de que pueda causar problemas, incluso si tienes miedo de que tu vida se venga abajo...lo dices, y lo dices alto. Y luego, sigues desde ahí. 

El cuerpo no sabe la diferencia entre nervios y emoción, pánico y duda, el principio y el final.

El cuerpo te dice que lo mandes todo al carajo. A veces lo ignoras, eso es lo más razonable, pero otras escuchas. Se supone que tienes que confiar en tus entrañas, ¿no? Cuando tu cuerpo te pide correr, corre. 

¿Realmente pueden dos personas estar hechas el uno para el otro? ¿Almas gemelas?

Estaría bien si fuera cierto, que todos nosotros tenemos a alguien por ahí esperándonos  y nosotros esperando por ellos. No estoy segura de creerlo. 
Nos empeñamos en buscar la felicidad cada día, y no nos damos cuenta de que es ella quien tiene que encontrarnos. Y eso será donde menos te lo esperas: en el instituto, en el supermercado... en mitad de una huida. Y cuando llega descubres que ahí no acaba todo, que el final de un camino, sólo es el principio de otro y lo único importante es la persona que escoges para que camine a tu lado, aunque sea para esconderse en un desierto. Y esconderse es lo que menos te importa, lo que te importa es que estas tocando con la yema de los dedos eso que has estado soñando toda tu vida, y ya sólo importa el hoy, el presente y lo que queda por venir, porque no se puede borrar lo que ya está escrito, y porque la vida es aquello que te sucede mientras tratas de hacer otra cosa.
Cuando uno piensa en el amor, piensa en los amores de su vida, en amores tranquilos, o en amores tiernos, por que así han sido los pocos amores de mi vida, y es que yo he sido de enamorar a golpe de pico y pala, de horas en el portero automático y de tardes de domingo en el cine, de echar distancias, y de meses y meses hasta el primer beso. No todos los amores son así, los hay de todo tipo, amor inesperado, amor imposible, amor clandestino, y por supuesto amor loco... un amor que todo el mundo debería tener derecho a probar, aunque sea una sola vez en la vida, un amor que te deje en la cuerda floja, al límite entre la cordura y la razón, entre el amor y la locura propiamente dicha.
Hay cosas que uno no puede hacer solo: discutir, subirse y sujetar a una escalera a la vez o doblar una sábana de esas de cama de matrimonio. Yo toda mi vida he pensado que lo ideal era vivir en pareja por muy extraña que fuera, de hecho hay parejas que acaban convirtiéndose en tríos, parejas que se van quedando sin pareja porque no se puede evitar el miedo a no estar a la altura... Hay parejas que son imposibles por definición, por historia y por física aunque no por química o parejas en las que la química se ha ido gastando aunque sigan compartiendo una familia. Familias en las que en algún momento hubo una pareja, parejas que fueron en algún momento y ya no son nada y eso es lo que más miedo da en la vida. Cuando la pareja se rompe sea por lo que sea la primera sensación que se tiene es de pánico, un miedo atroz el cambio, a la pérdida del control sobre nuestras vidas, un miedo atroz a estar solo... pero cuando se llega a esa soledad uno se da cuenta de que la ruptura puede llevarnos a un lugar mejor. Hoy es el primer día del resto de mi vida, porque desde hoy creo que lo más importante en esta vida es saber volar solo.

He leído que cuando nos reímos utilizamos 15 músculos de la cara.

Aunque no nos demos cuenta quince músculos se mueven a la vez. El mismo artículo decía que cuando gritamos usamos 13 músculos; y cuando andamos en bicicleta, 9. Al parecer cuando besamos a alguien es cuando más músculos se mueven: 34 músculos. 
El artículo no lo decía pero existen muchas clases de besos: besos de pasión, besos de amistad, besos que no dicen nada y otros que lo dicen todo. Quizás por eso un beso signifique tantas cosas porque después de darlo no es necesario hablar, está dicho todo.

Dicen que enamorarse es un acto reflejo... como tener miedo.

Yo fui una niña sin miedo: no me asustaban los fantasmas, ni los monstruos, ni la oscuridad. Podía mirar debajo de la cama segura de que no había esqueletos ni vampiros. Podía enfrentarme a las niñas de quinto segura de que no me quitarían la merienda. Y así, hasta hoy, segura de que puedo coger un Magnum y avanzar por un callejón, porque no es eso lo que me da miedo. Lo que me aterra es decir que sí a algo que no podré cambiar mañana, pensar en un sofá para toda la vida, en un crédito hipotecario, en una declaración conjunta o en un «esta tarde tenemos que hablar», buscar colegios y canguros y pensar en un lugar para vivir cuando ya no tengamos pulso para sostener el Magnum. Y de pronto todo ese terror se empieza a disfrutar como el looping de una montaña rusa, y eso es la felicidad.

Miedo.

El miedo es como la familia, que todo el mundo tiene una, pero aunque se parezcan, lo miedos son tan diferentes y tan personales, como pueden serlo todas las familias del mundo. Hay miedos tan simples como desnudarse ante un extraño, miedos con los que uno aprende a ir conviviendo. Hay miedos hechos de inseguridades, miedo a quedarnos atrás, miedo a no ser lo que soñamos, a no dar la talla. Miedo a que nadie entienda lo que queremos ser. Hay miedos que nos va dejando la conciencia, el miedo a ser culpables de lo que les pase a los demás, y también el miedo a lo que no queremos sentir, a lo que no queremos mirar, a lo desconocido. Como el miedo a la muerte, a que alguien a quien queremos desaparezca. Y hoy he escuchado a un señor en la tele, un señor encantador, que decía que la felicidad es la ausencia de un miedo. Y entonces me he dado cuenta de que últimamente, yo ya no tengo miedo. Librarse del miedo es como quitarse la ropa delante de alguien, a veces cuesta, pero cuando empiezas lo único que tienes que hacer es seguir, sin dudar, y de repente te das cuenta de que el miedo ya no te pertenece, ha desaparecido, como esa ropa que un día dejas de usar.

jueves, 13 de junio de 2013

—¿Te puedo pedir una cosa?
—Sí, dime. 
—No te acostumbres a mi.
—¿Como así? 
—Que no te acostumbres a mi, ni a mi risa, ni a mi hiperactividad, a mi olor, ni a mis risas atemporales, ni a mis besos. No te acostumbres a que me cuentes tus cosas ni que te escuche con atención. No te acostumbres a cómo te miro o te dejo de mirar, ni te acostumbres ni a mi rabia ni mis celos irracionales, ni a reirte de las cosas que te digo.
—¿Y eso a que viene?
— A nada, simplemente que algún día me cansare y me iré y echarás de menos esas cosas a las que estas ahora acostumbrada y no valoras.


¡No te quedes ahí sentad@!

Haz lo se que sea, algo que nunca te hayas atrevido a hacer antes.

Pórtate mal.

Pásalo bien.
Elimina evidencias.
Y niégalo todo.

Georges Clemenceau.

Es preciso saber lo que se quiere; cuando se quiere, hay que tener el valor de decirlo, y cuando se dice, es menester tener el coraje de realizarlo

lunes, 3 de junio de 2013

Jaime Sabines.

Tengo un sin fin de palabras que sólo brotan cuando no estás conmigo, por eso es que amo verte y que me dejes en silencio.