Todos hablamos mucho cuando nos cuentan cosas parecidas que les ocurre a otras personas. No sé por qué, pero nunca pensamos que puede sucedernos a nosotros y, en cambio, el día menos pensado... ¡pam! te toca a ti, como si te hubieras traído mala suerte tú sola. Tienes que arreglar cuentas con tu orgullo y tus ganas de seguir con él... Pero, ¡que coñazo! Siempre he sido una negada en matemáticas. Y además, en el amor no existen ecuaciones ni operaciones. No existe el contable de los sentimientos o el asesor financiero del amor. ¿Qué ocurre, que hay que pagar un impuesto para ser feliz? Si fuera verdad, lo pagaría a gusto... Lo peor de todo es que le echo de menos...
Me acuerdo de esa noche, esos besos... Era una promesa, ¿tan difícil era mantenerla?
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